José Pasillas, frustrado por sus deberes y agobiado por la realidad, toma con fuerza el reloj de mano que le fue heredado y lo lanza contra el árbol que se alcanza a ver desde su ventana; el reloj choca contra el árbol y después cae al suelo, dejándolo completamente destrozado.
Es en ese instante cuando el hombre decide renunciar a su trabajo, ¿y porque no?, renunciar a su vida y terminar con todos sus problemas en un segundo; tan tentadora sonaba esa idea, que Pasillas subió al techo de su casa solo para calcular la altura, e imaginar cuanto daño podía hacerse si llegase a caer desde ese preciso lugar, mucho daño sin duda alguna, pero no el daño suficiente como para terminar con su estancia en este mundo.
Entra a su recamara, se recuesta en la cama, y se pone a pensar que no ha compartido esa cama con nadie en mucho tiempo, que no ha recibido noticias de su padre y su hermano en al menos dos años, piensa también que si no termina el reporte que le asignaron estará despedido para el día siguiente, piensa muchas cosas cuando la fatiga y el cansancio hacen que se quede dormido.
En punto de las nueve de la noche, lo despierta el sonido del teléfono anunciándole que alguien lo llama, levanta la bocina pero no dice una palabra debido a que estaba regresando en sí, reconoce la voz de Isaac Albarrán, su amigo de la universidad, encargado del área de recursos humanos de la misma empresa donde el trabaja. "...no se como es que sea posible, tienes que venir a verlo tu mismo, es verdad lo que te digo, el bote de nieve que compré esta tarde olvidé ponerlo en el congelador, y aún no se ha derretido, ya habrán pasado cuatro horas y aún así..." José cuelga el teléfono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario